domingo, noviembre 18, 2007

¡Flipax Presenta!

Menuda cena la de ayer...Se presentaba la noche tranquila. Pizza y ratito compartido en petit comité. Compañía de la buena y a casa temprano, o eso me pensaba. Pero ya se sabe que los planes y yo andamos de riña últimamente, así que en los postres "Airuna and company produccions" nos asaltó por completo. ¡Qué guay me lo pasé! Debo confesar que, para fastidio inicial de Sara, Carlos y yo teminamos ploteando lo menos dos docenas de historias. Llegó un punto tan emocionante que hasta Sarita, a la que asignaremos la secretaría de relaciones públicas en nuestro Flipax S.L., hasta élla digo, que es la más escéptica con esto de mi deria de tecletear, confesó que la trama estaba de un intrigante escandaloso. Viendo su reacción ante el espectáculo que estábamos protagonizando mi queridisimo mentor de sombras (Carlos) y yo, llegué a creer que tenemos un argumento bueno entre manos. Así que en cuanto pueda miraré de estrujar mis castigadísimas meninges para darle forma y sentido a la pedazo de história que ayer, mano a mano, tegimos con los cafés. Ostia, qué guay. Lo vereis en pantalla próximamente en los mejores cines. Y sino, al tiempo. ;-)

1 Comments:

At 18/11/07 4:12 a. m., Blogger Airuna said...

Carlos, aquí te paso la historia que ayer no encontré por ninguna parte...es rarita. Hace mil años ya que la escribí, por eso la escondo un poquito... En fin. Ya me dirás qué opinas de élla. Ciau.

¿Yo?

-Ven conmigo de una vez y acabemos con tus dudas– le dijo la Locura mirándole insistente. Andrea observó a su alrededor. Nadie, en la parada del autobús, parecía estar notando nada extraño. La Dama semitransparente estaba de pie junto a ella.
-¿Es a mí?- le dijo Andrea en voz baja, haciéndose la despistada
-Tranquila, ellos no se enteran, lo sabes de sobra.
-¿Y porqué ellos no y yo sí?
-¡Porqué estoy hablando contigo! Me sentaré a tu lado, mientras te decides a acompañarme- le contestó resignada Doña locura.

Andrea se movió inconscientemente. Replegó en su regazo todo lo que llevaba: el macuto, la chaqueta, el paraguas y la bolsa del súper con las naranjas. En ese momento llegó el diez, dirección a la zona marítima. Aunque era el suyo, Andrea lo dejó pasar hipnotizada. Casi toda la gente subió en él, y, a base de codazos, se apretujaron los unos a los otros para permitir que las puertas se cerraran. Después de una sonora y humeante arrancada, el viejo autobús se puso en marcha, pesado. Lento. La estación se quedó vacía. A parte de Andrea, permanecieron en ella una señora mayor que estaba de pie, mirando el mapa urbano y una chica menudita, que escuchaba música en sus auriculares, mientras esperaba a alguien. Y Doña locura, que se había sentado junto a Andrea, esperando a que ésta reaccionara a su presencia.

Al cabo de un rato, Andrea, reacia, la miró. Nunca hubiera imaginado que la Locura pudiera ser una dama tan paciente. A pesar de lo estrafalario de su indumentaria, irradiaba una seguridad muy tentadora.

-Me das miedo ¿porqué me hablas a mí?
-Porque me gustas
-¿YO? ¡Pero qué dices!
-Lo que oyes... Y yo te gusto tambien a ti, no me lo niegues
-Pero si soy la chica más cuerda que puedas imaginar, la más normal de las criaturas en esta ciudad demente
-Que sí, que sí. Escucha: deberías venirte conmigo, te gustaría el sitio dónde vivo
-¿Cómo es ese lugar? A ver...- Andrea se planteó indignada cómo era posible que estuviera haciendo esa pregunta.
-Mi universo es más fresco, más etéreo y más volátil. No existen las dudas, ni aprieta el tiempo, ni hay causas que provoquen siempre los mismos efectos. Los motivos no existen y se desconocen las culpas. Es la sorpresa hecha mundo.
-¡Pues vaya lío!- Dijo Andrea sin dudar
-¿Acaso no dices siempre que tu vida es un embrollo?
-Si, pero es una vida normal, qué quieres que te diga
-¡Qué bueno! ¿NORMAL?¡Venga ya! Si fuera normal tu vida, yo no estaría aquí. Vente conmigo anda ¿Porqué no te atreves?


Andrea empezó a preocuparse, si pudiera regresar a su antojo, claro que iría con Doña locura, para ver su casa y probar cómo era aquello. Sonaba bien, pero no terminaba de fiarse...¿y si se quedaba allí atrapada en un mundo extraño?¿Significaba eso que ella estaba loca? “No, tranqui Andrea”, se dijo. “Ya se hartará esta Dama de tentarte cuando vea desfilar a otras personas por aquí. Es cuestión de esperar, y que vea cómo está el patio de gente rara.”

-Perdona bonita- la señora mayor se dirigió a Andrea - ¿Podrías ayudarme con el mapa? Es que no me aclaro... Para ir a la playa ¿qué autobús tengo que coger?
-Pues el que acaba de pasar, me sabe mal- le dijo apenada Andrea- El número diez.
-¿Cuál dices? – La señora hablaba muy alto, y Andrea supuso que padecía problemas de audición
-¡EL DIEZ!- Repitió Andrea
-Ay, no sé...Si fueras tan amable...¿Me avisarás cuando llegue? Es que no veo muy bien, y mi nieta, que siempre me acompaña, hoy no ha podido venir.
-Claro- le dijo Andrea- no se preocupe, que ya la avisaré ¿quiere sentarse?- Andrea le oferció su sitio, pero la viejecita no le hizo el más mínimo caso y permaneció de pie.

Andrea miró triunfante a Doña locura . “¿Lo ves? soy una chica perfectamente normal, es ella la que está un poco mal del coco” La Locura no dijo nada. Siguió sentada al lado de Andrea, mientras jugaba con los pies a dibujar circulitos.

Empezó a llegar gente a la parada. Primero fue un señor trajeado, que leía un periódico. Se miró de arriba a bajo a la chica de los auriculares, con una mirada lasciva que a Andrea le repugnó. Luego, indiferente, se puso a leer el diario, de pie, al lado del arbol, mientras mascaba un chicle. A cada instante repetía los mismos gestos: cambiaba el apoyo de un pie a otro, despues miraba el reloj de oro que lucía su puño, despues pasaba la página, despues carraspeaba la voz con aire de importancia. Si no fuera porque le había visto llegar con su chulesca actitud, Andrea hubiera jurado que se trataba de un robot. Engominado y presumido, pero robot. ¡Menudo coñazo de tío! Se dijo Andrea, y al momento se descubrió haciendo una mueca de repulsión. Andrea miró de nuevo a la Locura –“Ya me dirás si este es muy normal”- le dijo, convencida, a su transparente amiga. Doña locura se la miró callada, mientras enrollaba juguetona un mechón de pelo con su dedo índice.

Luego llegó una señora con un cochecito de bebé. Tuvo que hacer esfuerzos para pasar entre el hombre del traje y el árbol, ya que la distancia era muy justa. El señor ni se immutó, para indignación de Andrea que le hizo un gesto intentando que se apartara, aunque fue inútil. Finalmente, tras varias maniobras, la señora y su cochecito pudieron pasar, y despues de acomodar el carro en la parada, la señora se sentó a esperar el bús, en el banquito, cerca de Andrea. A pesar de su ojerosa cara se le veía muy feliz. Por la manera que tapó al recien nacido, Andrea supuso que debía tratarse de la madre. Inconscientemente le miró la barriga: en efecto, desde que ella misma alumbró, Andrea podía reconocer cuando una mujer hacía poco que había dado a luz. Aquella chica ojerosa era la mamá sin dudarlo. Pobrecilla, “tendrá las hormonas alteradas aún”, se dijo Andrea mientras trataba de observar al bebé. Esbozó una sonrisa a la chica. Ésta le desvió la mirada. –“Debe ser tímida”- le dijo Andrea a la Locura. –“Claaaaro, claaaaro”- le respondió ésta chupando un caramelo que había rescatado de la acera.

Mientras Andrea estaba pensando en todo eso, un grupo de chavales del instituto habían invadido literalmente la parada. No tendrían más de diecisiete años, y hablaban todos a la vez. Andrea no podía entender lo que decían, hablaban tan alto y tan alborotado que era imposible seguir el curso de su charla. Todos llevaban el mismo tipo de pantalón tejano, practicamente la misma cartera descolgada y su peinado difería muy poco el del uno al de sus colegas. De repente estallaron todos a reír a carcajadas. “¡Despertaran al bebé!” Se dijo Andrea. ”¿Porqué se ríen?” Se preguntó llena de curiosidad. Miró alrededor, buscando una explicación, y no tardó en encontrarla: estaban todos mirándole el culo a la chica de los auriculares mientras ésta, con un pie arrodillado, se abrochaba la bamba –“¿Y ellos? ¿Qué me dices de ellos?”– le dijo Andrea a doña Locura. – “Eso es la edad del pavo, querida, no tiene nada del otro mundo”- le respondió la Dama, boca a bajo, mientras hacía equilibrios en el banco.

-Bueno ¿QUÉ? – La Locura dió un salto y se colocó de pie junto a Andrea -¿te vienes o qué?
-¡Ah! Pero ¿sigues con esas?
-Claro, te estoy esperando, ya lo sabes- contestó la Locura- Déjate llevar mujer de una santa vez...Díme ¿qué piensas?
-Nada, estaba mirando esta gente. ¿Porqué no les preguntas a ellos si quieren venir contigo? A mi no me parecen muy normales, la verdad
-Porque no sabrían apreciarme, ellos ya son felices así, tú no.

Andrea se la miró estupefacta.

-¿PERO QUÉ TE INVENTAS? ¡Menuda sarta de tonterías díces!

La locura dejó de balancear los brazos y se plantó, seria, delante de Andrea.

-¿Puedo hacerte una pregunta Andreita?
-Ataca, me la vas a hacer igualmente...
-Díme, a ver ¿porqué estudias a esta gente? ¿Alguno de éllos te ha hecho caso?
-No la estudio, sólo la miro mientras espero mi autobús
-¿Y qué pasará ahora?- Preguntó la Locura, haciéndose la inocente.
-Que vendrá de nuevo el diez y me iré por fin, supongo- contestó Andrea
-¿Tienes ganas de subirte a él?
-Pues hombre, tengo que hacerlo si quiero llevar estas naranjas a la gilipollas de mi prima
-¿Porqué se las llevas?
-Estaba con gripe
-Vente conmigo, y te libraras de coger autobuses que no te gustan, para ir a sitios que no te apetece, con gente más gris que el asfalto
-Y dale...¿qué ganaría yo con eso?
-Colores, libertad
-Pero nadie me comprendería, me tomarían por loca
-Pero tu flotarías feliz...¿Acaso te sientes ahora comprendida?
-Eso de flotar suena muy bien...ya me gustaría ya...
-¿Lo ves? Préstale atención a tu curiosidad y ven conmigo
-pero yo pertenezco a los cuerdos, ya te lo he dicho antes, los raros son ellos
-¿seguro?

En ese momento Andrea se dió cuenta que mientras hablaban había llegado el diez a la parada. Intentó avisar a la señora mayor, pero vió que ésta ya estaba subiendo al autobus, hablando con la chica de los auriculares, mientras la señora del bebé acababa de acomodarse en el interior. Los adolescentes entraban revoltosos detrás, con sus escandalosas risas, y el hombre trajeado había plegado el periódico bajo su sobaco mientras buscaba la tarjeta de viajes en la cartera, a punto de subirse con los demás. El conductor esperaba impaciente y malhumorado.

Andrea se levantó nerviosa y al hacerlo cayó la bolsa del súper que tenía en su regazo. Mientras recogía las naranjas esparcidas por el suelo, vió que se cerraban las puertas del autobus y que éste arrancaba. Hizo una señal con el brazo, para que la esperaran, pero el diez, testarudo y pesado, se mezcló lentamente en el tráfico.

Doña locura, divertida, miraba a Andrea desde el banquito de la parada.

-¡COGERÉ EL SIGUIENTE! No me mires con esa cara...- dijo Andrea enfadadísima
-Cómo quieras, querida.

Airuna

 

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