miércoles, abril 18, 2007

Amén

Despues de besar como nunca a mi hijo, mamá nos invitó a entrar en su casa. “Mira Tomás qué te ha comprado la yaya”, le dió un paquete azul y el niño lo abrió de inmediato. De él sacó una estrella plateada con las puntas redondas, un sombrero marrón de cowboy, un chaleco negro y una pistolera. “¡Cómo mola!” Tomás se lanzó al cuello de su abuela, y la abrazó efusivamente. Se puso su nuevo disfraz de cherif y entramos todos al salón.

Ese domingo, Mamá dispuso concienzudamente la mesa. Para ello, la vistió con el mantel de hilo y la vajilla de porcelana, y eso que no estabamos en Navidad. Pero ocho años son muchos años. Tambien colocó la cubertería de plata. Los tenedores a la izquierda del plato. Los cuchillos a la derecha. Antes de poner el de Juan, me miró dubitativa. “Ponlo, mujer” -le dije yo- “¿Por qué no?”. Debí de convencerla, ya que más tarde, cuando me senté a comer, ví que todos estabamos igual de equipados para saborear el pavo relleno que mamá había cocinado para la ocasión. ¿De verdad que no había ningún plato más oportuno, mamá? Le había dicho yo al conocer el menú. Sabía que mi hermano Juan podía tomarselo como una de las indirectas de mi madre. “En esta casa, por desgracia, siempre nos ha gustado la caza”- me contestó ella- “A quien le siente mal, por algo será.”

Juan se había sentado presidiendo la mesa, en el mismo lugar que, en vida, ocupaba mi padre. A mi hermano siempre le había gustado ese sitio, ya desde pequeño quería ocuparlo. Al otro extremo se colocó mamá, sin apenas mirarle. Y entre ellos dos estábamos Pablo y yo, uno enfrente del otro, procurando no incomodar demasiado. A Pablo, mi marido, no le gustan las comidas familiares, menos aquella, y desde que habíamos llegado casi no había abierto la boca. Se quitó la chaqueta al entrar, saludó escasamente a mamá, repeinó a mi pequeño Tomás, y tras indicarle que se portara bien y que no tocase nada, se sentó ante el televisor hasta que le avisamos que la mesa estaba puesta. Ni tan siquiera se levantó cuando llegó mi hermano Juan, eso que me había prometido que procuraría ser amable con él.

Mamá se quitó el delantal y se dispuso a bendecir la mesa. En ese momento sonó el teléfono y mientras ella lo contestaba aproveché para mandarle un gesto a mi marido, indicándole disimuladamente que hiciera el favor de comportarse ante mi hermano.
Cuando Juan llamó al timbre, mamá y yo nos miramos en silencio, pero mi marido ni se immutó. Finalmente, fui a abrir yo, mientras ella simulaba regar el pavo para evitar que se quemara y Pablo atendía al telediario. Al abrir la puerta, encontré al mismo Juan de siempre, quizá algo más delgado. Sonrío al verme, y con un “hola hermanita” selló la distáncia que nos había separado por tanto tiempo. Al abrazarle pude comprobar que a pesar de todo, nuestro afecto seguía intacto. “¿Quién eres?” La voz de Tomás interrumpió mi abrazo de bienvenida. “Es el hermano de mamá, cariño. Ven a darle un beso, anda”. “Que pícardía de criatura”- dijo Juan mirando a mi hijo- “ven aquí que te vea, campeon. Como ha crecido desde la última foto que me mandaste” . A pesar del tono afectuoso de Juan, el niño le miraba desconfiado “¿Tu hermano, mami? ¿El de la cacería con el yayo?”- intuyendo mi enfado, Tomás desapareció en un santiamen. Recuerdo que subió corriendo las escaleras, en dirección a las habitaciones. Como no sabía como remediar la metedura de pata de mi hijo, opté por ignorarla.

“Pasa Juan, dame tu mochila”- le invité a entrar, en el justo momento que mamá bajaba por las escaleras llevando a cuestas a Tomás, con su sombrero del oeste, su estrella de cherif, y su recortada en el cinturón. “Hola, hijo. Te veo muy delgado. Pasa y sientate. Y no te fíes de este mequetrefe- dijo señalando a Tomás- No puede ser más travieso ¿verdad? Ha salido a ti. Veremos como acaba” Mamá disimuló su descortesía soltando al crío y este fue a sentarse junto a mi marido, que seguía inmutable delante del televisor sin apenas haber saludado a mi hermano. Al cabo de un rato el niño se cansó de estarse quieto y quiso ir al baño, pero lo encontró ocupado por Juan, que había decidido darse su primer baño de hombre libre.
- Ven Tomas. Espera a que salga tu tío y despues entras tú- le había dicho mi marido
- el baño es mío- Protestó el crío – Quiero ir ahora. ¡Es el baño del yayo, y ahora es mío! Quiero ir ahora. Ahora.
- siéntate un poco aquí conmigo, y cállate un rato, anda

Pero, como siempre, el chaval no le hizo caso a su padre, y se vino a con las mujeres a la cocina. “Quiero que se vaya ese señor, está ocupando mi lavabo” me dijo enfadado mientras amenazaba con tirar una botella de vino al suelo. “Tomás, ese señor es tu tío, y tiene igual derecho que tú a utilizar el retrete. Comportate,va, que eres mayorcito” Para que no tirase la botella, ni se subiera a la silla, y para ver si se le pasaba la tontería y nos dejaba cocinar tranquilas, le dimos al niño una madalena primero, y un quesito despues. El resultado había sido nefasto: ahora el crío no tenía ganas de sentarse a comer, y estaba jugando a indios y a baqueros en el patio, con el nuevo disfraz que su abuela le había comprado.

- Dios, bendice los alimentos que vamos a consumir- mamá se detuvo un instante antes de seguir. Alzó la vista, miró a Juan por primera vez desde que se había sentado en la mesa y prosiguió, variando significativamente el tono de voz – haz de nosotros personas humildes, no dejes que caigamos en la tentación y líbranos del mal. Y de la casualidad. Amén.

Mi hermano Juan me miró atento mientras dudaba si ponerse la servilleta en el regazo o se largaba antes de empezar a comer. Le hice un ademán con la cabeza para que se estuviese allí quieto y aguantase el tipo, era lógico que le costara enfrentarse de nuevo a mamá. Soltó un ruidoso suspiro a modo de advertencia y tras asentirme con la cabeza se dispuso a comer la ensalada de arroz que teníamos de primer plato.

- Teneis un niño precioso
- Gracias – le contesté orgullosa
- Creo que antes se ha enfadado conmigo ¿no es así? Vaya genio tiene!-
- No te preocupes, Juan, ya verás que pronto te cogerá cariño. Desde que nació todo el mundo comenta su parecido a ti.
- ¿Ah si? Entonces sin duda será un bonachón...
- ¿Beberás vino?- Mi marido cortó las comparaciones y esperaba atento la respuesta de Juan
- Por favor

Pablo llenó las copas y me miró mientras sorbía un poco de tinto. Una sonrísa cruzó sus ojos.
- ¿así que has aprovechado estos años de sombra para estudiar, verdad Juan?
- En efecto cuñado.
- ¿Artes escenicas?
- ¡Pablo! por Dios... – acompañé mi aviso con un puntapié por debajo de la mesa
- No le hagas caso, Juan, perdona
- Claro, hermana. Uy mira a quien tenemos aquí...¡el hombrecito de la casa!

En ese momento, Tomás llegaba del patio vestido con su traje de cherif y con un gesto triunfal sostenía algo en la punta de los dedos. “¡Mamá, mamá, mira!¡Soy el más valiente!” El niño se dirijió a mi y antes de que pudiera remediarlo, me soltó la lagartija que llevaba en la mano. Inconcientemente dí un salto y me separé de la mesa, mientras un grito de asco escapaba de mi boca. La lagartija cayó en el plato de mamá, que lo empujó al aire en un gesto más reflejo que voluntario. El bicho voló dirección a la copa de Juan. En ese momento se escuchó un disparo. La lagartija cayó coleteando en el vino de mi hermano, y él se derrumbó, fulminado, encima del plato. No recuerdo nada más, a parte de la cara de sorpresa del niño al enfundar la pistola en su disfraz y dirigirse al baño.

3 Comments:

At 22/4/07 4:35 a. m., Anonymous Anónimo said...

Uff! Qué fuerte!!

Si lo he entendido bien, Juan mató a su padre por una mala casualidad en una sesión de caza, y al salir de la cárcel organizan una comida familiar, que como no puede ser de otra manera acaba en tragedia. Una mala casualidad organizada por la abuela en cuestión hace que Tomás mate a su tío sin querer...qué fuerte...Lo he entendido bien, no?
El personaje de la madre-abuela está muy bien conseguido...pavo para comer, no? Qué gracia!!

 
At 23/4/07 1:03 a. m., Anonymous Anónimo said...

jajajjajaj
¡hola padrineta!
Sí, esa es una de las interpretaciones posibles. Date cuenta que el hermano acaba por ocupar en la mesa el sitio que tanto quería de pequeño, el que ocupaba su padre en vida. Lo mismo que ocurre con el peque: despues de cargarse a su tío se va al baño. La duda de si es casual o intencionado es la misma que cayó en su día sobre Juan. Que cada uno lo interprete a su modo. Igualmente con las similitudes del peque y su tío. ¿Qué raro, no, que se parezcan tanto? ¿Y que entre cuñados se lleven tan mal? Quizá se deba a algo. O quizá no. Cuando vea a la autora le preguntaré...ji ji ji
Besitos!
Airu

 
At 24/4/07 2:32 a. m., Anonymous Anónimo said...

Ala!!!

No veas con el cuento... si primero no puedes separarte de la pantalla esperando qué pasa con esa situación tan tensa, después te apartas de golpe al leer lo del disparo!!!! Qué fuerte, me he quedado alucinando!!! Muy bueno, y no veas, no sé si tienes que ir con más cuidado con el tío, el niño o la abuela....

 

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