jueves, abril 12, 2007

Sex-tarea del taller de escritura. Va de rombos, aviso :P

La última, en serio


Me preguntas dónde estoy con mis encantos y a través del teléfono tu provocadora voz espera atenta a la mía. “- Saliendo del trabajo. Voy para casa -” es lo único que logro contestarte mientras mis neuronas se esfuerzan en teorizar sobre la intención de tu pregunta. –“¿Un morreo rápido en Lepanto con Pujades?”- Me lo dices tal cual, como si nos conocieramos de toda la vida, cuando sólo sé de ti que eres un taxista alto y delgado, al que debería mandar a la mierda. –“¿Sólo eso vas a darme?”- Mis hormonas te siguen el juego mientras yo observo divertida - “Depende, ya sabes” – Me contestas tú, simpático y tentador a partes iguales. Aunque no sé a qué te refieres, qué más dá. Tengo ganas de verte otra vez, y que me aceleres de nuevo el pulso -“Llegaré yo primero, que lo sepas”- No hay manera, ya me tienes en tu noria - “Eso está por ver, nena. Allí te espero” – Me encantas cuando te pones chulo.

Estoy a diez minutos del sitio indicado, esta vez pienso ganarte y llegar antes que tú. Mientras guardo el teléfono en la guantera de mi twingo plateado, me pregunto cómo empezó este juego bobo de corretear en coche hacia distintas esquinas del ensanche Barcelonés, volando contrareloj cual saltamontes encelados por el tránsito de la ciudad. El primero en llegar manda, al otro, por tardón, le toca acatar, enseñar, chupar o morder según el caso. Casi siempre llegas tú primero. La puntualidad no es una de mis virtudes, aunque en este caso puede que ya me esté bien, así me sorprendes con tus ideas picantes, que logran secuestrarme siempre del buen camino. Un día aquí y otro allá. Sin guión ni previo aviso. Me tienes mala. Cada vez pienso más en tus encuentros y menos en lo que debería. Bajando por Nápoles, me digo que estoy tonta de seguirte el juego.

¡Vaya! Semáforo en rojo antes de cruzar la calle Aragón. No puedo dejar de sonreír mientras pienso en tus Levi’s gastados, en tu sudadera azul marino, en tu sonrísa traviesa y en el brillo de tus ojos oscuros, que me conquista con sus desafíos. Una semana que te conozco y no sé apenas nada más de ti, salvo que me gustan tus morreos sorpresa, tus mensajes disparatados y tu sentido lúdico del instinto carnal. Ayer, despues de alborotarnos a base de bien en Provenza con Padilla, resoplando los dos por la intensidad del momento, con las camisas desabrochadas y las manos jugando a chispearnos el alma, me prometiste premio si esta mañana me vestía de negro. ¡Claro! ahora entiendo por qué me acabas de llamar ¡Serás desconfiado!

Mientras aguardo la luz verde, decido que mejor que contemplar al chico de las malabares que me obsequia con su show saltimbanqui, prefiero mandarte un mensaje. “Aviso, moreno - te escribo- vete preparando mi premio que he cumplido los deberes”. Lo mando justo en el mismo momento que el de atrás me deshace el tímpano con el claxon. -“¡Ya va! ¡Ya va! imbécil...“- Arranco y antes de poner la segunda, suena la marcha turca en mi móbil. Tengo un mensaje. “Tu premio, ahora mismo, está que se muere de ganas de pillarte”. Lo que yo diga, eres la monda.

La primera esquina dónde nos citamos fué Córcega con Paseo de gracia. El viernes pasado. No te había visto nunca, una escasa docena de mails cachondos me unian a ti. Al llegar allí, había un solo taxi en doble fila, así que eras tú, seguro. Puse los cuatro intermitentes en mi coche y lo paré detrás del tuyo. Me acababas de mandar un mensaje invitándome a un morreo sin decirnos ni hola. “Doble o nada”. Te había contestado yo. “Diez minutos princesa, voy a por tí.” Eso me escribiste al instante.

-“¡¿Y ahora qué? ¿eh? ¿qué coño sucede ahora que esto se para?!”- Una cola me detiene en Gran Vía con Marina. Veo que un camión de mudanzas está bloqueando dos carriles y hay un lío aquí de cuidado. -“¡Me cago en el tráfico de esta ciudad!”- seguramente tú ya habrás llegado a nuestra improvisada cita, eso que hoy deseaba ganarte. El otro día, en Travesera con Bailén me salió caro mi retraso, aunque me lo pasé bien siguiéndote el rollo ante ese jubilado mirón que no dejó de observarnos. Menudos espectáculos acabamos por montar. Esto debe terminarse, me digo. No puede ser buena tanta revolución hormonal.

Puestos a esperar, pongo punto muerto y sigo recordando nuestra primera supercita, cuando saliste del taxi y te dirigiste a mi, sin conocerme de nada –“¿Te vas a cortar?”- Me preguntaste jovial y directo. Mi voz sólo alcanzó contestarte –“¿a ti qué te parece?”- mientras yo, aturdida aún por la situación, salía de mi coche plateado y cerraba la puerta. Al volverme, te encontré frente a mi y sin apenas verte noté tu boca, hambrienta, devorar la mía. Mi cuerpo aprisionado por el tuyo contra el coche, se espaviló rápido en respuesta a tu sorprendente pasión.

Ahora la que toca el claxon soy yo: -“¡Venga, cojones, que así no terminaremos nunca!” - Hay que ver la persimonia que tienen algunos mientras los demas se esperan. Y yo pensando en mi pobre taxista, aguardando con un suculento premio para mí, allá, en Lepanto con Pujades. Mozart suena de nuevo en mi móbil en el momento justo que el tráfico empieza a rodar. Un mensaje tuyo: “¿Te has perdido bombón?”. Con una mano conduzco y con la otra te contesto: “Tú si que me pierdes. Estoy llegando”.

Parece que hasta Lepanto la cosa anda fluida así que conduzco veloz hacia ti, tu prometido morreo y mi merecido premio, repasando mentalmente esa cita a ciegas, justo el viernes de la semana pasada. Mi primera imágen tuya, mientras me perforabas la boca, fue táctil, para qué voy a negarlo. Cuerpo fuerte, chico alto, pelo corto, lengua sabia. Mis manos te estudiaron atentas, acariciando tu nuca, alborotando tu pelo, recorriendo tu espalda. Las tuyas en mi cintura, en mi culo, en mi cara no se quedaron cortas. Respira rápido y huele bien, pensé. Besa de fábula. –“¡Loco!”- te dije entre lenguas. –“Tu mas”- me contestaste.

Acabo de dejar atrás el Auditorio, cuando decido llamarte. Sé que pocas calles me separan ya de la humedad de tu boca, de tus dedos expertos, de tus fogosas ideas, pero sufro por ti y por mi retraso. Despues de tanto recuerdo, mi cuerpo piede a gritos tus cuidados. Me coges el teléfono al primer ring.
– ¿Cuál es el premio? - Te pregunto
– Lo tengo entre manos, y te está esperando- Oh! Lo que me faltaba por escuchar, mi corazón late a su bola.
– ¿Lo estas mimando?- Te ríes y yo me sonrojo. Esto debería terminar, no me parece sensato.
– Tu premio tenía calor y lo estoy ventilando - Madre mía, está como una cabra.
– Cuidamelo que vengo a por él, quiero que me lo des y me lo des con ganas - Anda que yo tambien...bueno, he sido sincera
– Claro, muñeca, es todo para ti. Pero llegas tarde, y me tienes nervioso. Eso no se hace, niña mala - ahora te haces el enfadado... A sexi cuesta ganarte.
– Soy mala a mi pesar, ya lo sabes - Ay Dios mío
– Excusas: ¿Dónde estás? Contesta .
– En el semaforo de Lepanto con la de arriba de Pujades, ya casi llego.
– ¿Parada?- Esta sí que es buena.
– Cómo no... ¡es el quinto rojo que pillo!
– ¿Llevas falda como te dije?
– Si
– Pues si quieres premio, súbete al taxi cuando llegues y dame tu tanguita sin decirme hola.
Me has colgado. No puedo creerlo.

El semáforo se ponde en verde. Tengo dos esquinas para llegar, y un corto camino para decidirme. Debería dar la vuelta y mandarte al carajo. Por Dios, bendito. Decidido:la ultima vez que te sigo el juego ¿de qué me sonará la frase? Paro un momentillo en la entrada de un párquing privado, y rezando para que ningun vecino a esta hora decida entrar ni salir de su casa, me las ingenio como puedo para librarme del tanga sin hacer demasiado alboroto. Una pierna primero, otra despues, qué incomodo es esto. Me cubro con la falda y recupero la compostura. Mientras una humedad perturbadora echa de menos algun tipo de protección, pongo marcha atrás y me inserto de nuevo en el transito. Una calle. Dos. Un taxi negro en la esquina, pongo los cuatro intermitentes y me paro detrás. Tus ojos me sonríen a través del retrovisor, es que encima guapo, joder.

Bajo y me dirijo a ti cerrando mi twingo plateado con el mando. El corte que sentía se evapora conforme me acerco al taxi, dejando paso a una arrasante necesidad de perderme en tus brazos. Me abres la puerta para que entre, y antes de saludarnos nuestras bocas están comiendose desesperadas, juguetonas e impacientes. Casi no me dejas respirar, me ahogas literalmente en tu beso. Recorres y envuelves tan rápido mi cuerpo que parece que vas a fundirlo al tuyo, a aspirarme con tu deseo en un torbellino que me engulle sin mas. Dáme tu mano, te digo entre lenguas ¡Dá-me-la! La separo del pezón que me está estrujando y le entrego mi tanguita negro. Toma cabrón, llegaste primero. Buena chica, me dices tremendo, palpando mi desnudo. ¿Lo dudabas? Medalla de oro: quiero mi premio. Dáte la vuelta, cielo, que te lo entrego encantado, tu voz sopla más que habla. Te obedezco fascinada: si me gustan tus juegos por qué intentar evitarlos. Te abres camino en mi, cálido, rápido y certero. Noto tus manos fuertes sujetarse a mis caderas mientras voy intuyendo cómo debe ser tocar ese cielo que tanto me acercas. Lo tengo casi aquí. “Estas loco” te digo respirando ya como puedo. Tu aliento en mi oído, jadea un casi inaudible: “Tú mas”.

3 Comments:

At 12/4/07 11:28 a. m., Anonymous Anónimo said...

El Twingo habrá que ir pensando en cambiarlo por algo con más motor. Después de tanto calentón no creo que aguante mucho... Un toyota sería una buena opción

 
At 12/4/07 12:52 p. m., Blogger Administrador said...

Tengo suerte, esta quincena me toca comentar tu relato. Me lo pasé muy bien leyéndolo, así que será un placer. Un beso, Airu de la Huerta.

 
At 13/4/07 7:34 a. m., Anonymous Anónimo said...

Ufff!

Más que rombos esto son chirivitas!!!

Me ha gustado mucho tu escrito, teniendo en cuenta que es fruto de la imaginación, llegas muy bien a los detalles ;·)

 

Publicar un comentario

<< Home